miércoles, 8 de octubre de 2008

Un paso más...


A las 10:45 llegué al aeropuerto. Vuelo Lan Chile Sao Paulo-Santiago, confirmado 11:50. Tendría que esperar más de una hora aún para poder abrazarlas.

Trece días sin ellas. Días de desapego. Tan pequeñas, tantos días, tan lejos... y sin mí... y yo sin ellas.

Desde el momento en que las perdí de vista en extranjería aquel 11 de Sept., sentí una sensación de vacío increíble. Iban de vacaciones a otro país a ver a su papá, viajarían en avión, conocerían lugares bellísimos, pero sin su mamá... y una angustia se apoderó de mi cuerpo por completo. Nadie las conoce coo yo. Sus gustos, sus comidas, sus llantos, sus risas, sus horarios para todo, sus peinados, sus baños... tantas cosas. Y si echan de menos en mitad de la noche?

Dormí mucho (tal vez para que los días pasaran más rápido), me dí el gusto de no hacer nada, gente a mi lado, pero extrañaba sus ruidos, sus peleas, sus gritos, sus risas... Inconcientemente una noche me levanté para asegurarme que dormían tapadas, olí sus pijamas, para sentirlas conmigo.

No podía comunicarme con ellas, sólo debía esperar a que ellas lo hicieran conmigo. La última vez? 17 de Sept., me habla la Fer, sólo dice "hola mami" y rompió en llanto... ufff, mi corazón se destrozaba, pero tenía que decirle a la Vale que acá todo estaba bién, que disfrutaran, que tomaran muchas fotos y que no se olvidaran de lavarse los dientes y rezar cada noche. Luego de eso, lloré, lloré mucho, estaba sola, podía hacerlo... (como necesité un abrazo ese día).

Lan Chile Sao Paulo-Santiago ARRIBADO. Ya estaban acá, pisando el mismo suelo que yo!

Salía y salía gente. Mi mamá vió a la Vale por lo menos tres veces... y no era.

Me llamó su papá para saber como habían llegado y yo aún no las veía. Mi corazón empezó a latir muy fuerte, miraba la pantalla, la otra, las ventanillas, is pies me dolían muchísimo, pero no era por los tacos.

Hasta que por fin vi a la Vale, muy lejos "ahí están, ahí están!", corté el teléfono y corrí, chocando con la gente, eran ellas, con otra ropa y gorros, pero eran ellas. Soy su madre y podría reconocerlas en medio de un mar de gente y con los ojos vendados.

Se abrieron las puertas y ahí estaba mi hija linda, la ví tan grande, hermosa... y buscó con su mirada hasta que me encontró. Yo sólo abrí mis brazos y corrió hacia mí. Atrás mi pequeñita preciosa de la mano de su abuela, mamita! gritó y sus ojos azules se inundaron (y los míos). Las abracé a las dos, las llené de besos. Estaban conmigo nuevamente.

Otro paso más, dolió, pero sigo viva y aún más fuerte.

Supongo que no será la única vez, pero ya pasó la más terrible y estamos las tres juntas, haciéndonos más grandes y dando gracias a Dios por esta experiencia, por darle la posibilidad a ellas de conocer otros lugares, por compartir con su papá y porque nos sirvió para valorarnos mucho más.

Gracias también a ÉL por no dejarme sola, por tener tanta gente a mi lado, gente linda que estuvo apoyándome y haciéndome sentir el cariño por mí y mis princesas...